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segunda-feira, 17 de dezembro de 2012

Cuento romántico, fantástico y espiritual: SUEÑO MIO





SUEÑO MIO




                               Pedro Samuel de Moura Torres

Desde que tenía seis años de edad, Moema siempre soñaba con un muchacho de apariencia caucásica y familiar en sus gestos. Era la cuarta hija y la más joven del jefe de la tribu, Apuriña. Se encontraban al norte del río Amazonas. Conocidos como una de las tribus más distantes y aisladas de la civilización moderna. Contacto con el “hombre blanco” era solamente reportado y consolidado en las historias y leyendas. En sus reuniones, alrededor de la hoguera; la abuela de Moema relataba cuentos misteriosos y fascinantes. Muchos de estos relatos se trataban de posibles visitas de seres extraños que vienen de mundos insondables y desconocidos. Moema una indiecita muy inteligente y curiosa, se interesaba y se deslumbraba por esas historias. Intentaba materializar en su imaginación un probable mundo desconocido.

Un día, en un ritual aborigen de chamanismo, con un tono de voz suave y contemplativo, Moema le dice a su mejor amiga: Iracema.

- He tenido un sueño hoy…

- ¡Hum, eso es genial! ¡Sin embargo es muy difícil saber cuándo no estás soñando!

Iracema se burla de ella.

- Esta vez me parecía algo más serio…hum…Tal vez más lúcido. Reconozco que soy una gran soñadora y que la presencia de alguien persiste en mis sueños. Pero nunca he soñado así fuerte.

- ¿Es con aquel mismo chico? ¿Uno que has dicho que era raro? ¿Uno que es bastante parecido a los mitos que tu abuela cuenta?

- ¡Sí…Exactamente lo mismo! Y creo que sueño con el “hombre blanco” según lo relata mi abuela.

- ¿Hum…En serio?...!bueno!....Entonces, ¿Cómo puedes soñar con alguien que nunca habías visto en toda tu existencia?

- Sí…!buena pregunta!....No tengo una respuesta lógica. Sin embargo, como tenemos todo el legado místico de nuestra tribu, la podemos encontrar.

- Puede ser. ¿Pero podrías describir este sueño en detalles? ¿Estabas también actuando en él o eras una mera observadora?

Moema finalmente logró despertar la atención y el interés de su amiga. Tomada por un estado de profunda introspección, Moema, pensativa y confusa se pierde del diálogo. 

Su padre, el cacique, al darse cuenta de la desconcentración y dispersión de su hija, creyó que le estaba ocurriendo un cambio natural. Después de todo, “la indiecita Moema ya no era más una niña y teniendo en cuenta que su matrimonio había sido premeditado desde su nacimiento, podría estar reflexionando sobre esto”, pensó el jefe.

Volviendo al tema, Moema le contesta:

- Allí mismo en las montañas de la selva, al norte del Río, entre tantas bellezas de innumerables faunas, yo estaba viendo a los jaguares que acechaban a sus presas, cuando de repente lo vi.

-Así que… ¿Cómo era él? ¿Lo que estaba haciendo? ¡Sigue…! 

- Él estaba con un traje extraño que nunca he visto antes! Con una cosa muy rara en la cabeza. Tenía el pelo como la luz del rey sol, sus ojos eran como la inmensidad del cielo. Su piel brillaba con el toque del rey nublando toda mi visión.

- ¡Guau! ¡Qué emoción! ¡Incluso me estremeció todo el cuerpo! En realidad, la descripción es muy similar a las historias de tu abuela. La respuesta más consistente es que: como eres tan soñadora y fantasiosa, fuiste la única que pudo ir más allá. Has visto e imaginado al “hombre blanco” tal y cual lo describen.  

Después del rito, Apuriña el jefe, se dirigió a su hija y le preguntó:

- Moema, ¿Qué te pasa? Tú y tu amiga no le prestaron atención a la ceremonia. Es mejor que la observéis y participéis para aprender a aplicar los métodos curativos.  

- ¡Papá! Me estaba contando el sueño que tuve sobre el supuesto hombre blanco.

Cargado de aire irónico, su padre rechaza a su sueño.

- ¡Ellos no existen! ¡Ni siquiera sabes se son reales!

Moema con una voz alterada y firme, se opone:

- Pero mi abuela lo garante y lo he soñado exactamente como lo describe. ¿Puedo consultar al chamán para saber si hay alguna explicación para estos sueños?

Con una voz muy arbitraria e irrebatible, concluye:   

- ¡Ya le dije que no! Esto puede ser muy peligroso. No se puede evocar los espíritus para cosas inútiles e infantiles.  

La indiecita se echó a llorar. Lamentó la rudeza y la hostilidad en la que su padre ha tratado a su intimidad y su enigma.

Cierto día,  cuando Moema ya avanzaba a sus quince años, siendo prometida al hijo del chamán y en proceso de conocimiento mutuo con su novio, le convenció de que realmente necesitaba de una cita con su padre. Moema se fue al tabernáculo dirigiéndose al chamán y le pidió que conjurase a los espíritus para que supiera quién es la persona que está siempre sondando sus sueños.  El Chamán se mostró renuente al principio, pero luego cedió. El ritual en el que se invocaban a los espíritus, el brujo aparentemente inconsciente, se transfiguró, miró a la india y le dijo:

- Aquel pájaro de luz transluciente que has vislumbrado y todavía lo ves en tus quimeras…es tu alma gemela. La rencarnación pasada de tu novio actual.       

Moema le inquiere:

- Si por lo tanto, ¿por qué los dos son muy distintos físicamente? y además: yo nunca he sentido nada así tan deleitoso con mi novio presente como lo que sentí con aquél de mi sueño.

El mago ladino que era, no quería arruinar el matrimonio de su infortunado pobre hijo poniéndole en la humillación de ser rechazado por su prometida. Él desvió la verdad, aquélla que los espíritus en realidad le habían revelado. 

De todos modos, Moema no se dio por vencida, permaneció devota a su corazón.

En la inmensidad de las montañas con espesos árboles, de una extensa clorofila que devoraba todo el territorio, el sol transmutándose de un amarillo dorado para un rojo anaranjado, en su jornada diaria, se fijaba en el horizonte. En esta bella puesta de sol, el día anterior a su matrimonio, en un momento contemplativo, Moema se encontraba llena de dudas y misterios. Se quedó mirando su reflejo en el río, el sol le saludaba diciendo adiós, mientras la luna lánguida y hermosa en toda su plena exuberancia, se ostentaba en el cielo dando la bienvenida en su llegada. Tan lustrosa, límpida y melancólicamente nostálgica. El río lamiendo el reflejo proyectado por la luna formaba un camino a través del agua fluyente. Después de un tiempo con los ojos cerrados, tuvo una sensación de éxtasis que se apoderó de su corazón, fue cuando escuchó una voz que le tocaba como una canción suave, dulce y que sensualmente la había seducido.  

- ¡Hola, bella señorita! ¿Qué estás haciendo aquí por estas horas?    

Moema, muy tímida y esquiva, se alejó bruscamente y no entendía sus palabras, no obstante, lo comprendió con el lenguaje del alma. Al levantar la vista, se deparó con el joven de sus sueños. Amor a primera vista. Se miraron entre sí, con chispas de estrellas que cintilaban de sus ojos. Se concibieron íntimos. Él era el hijo de un colonizador de aquellas tierras, un territorio todavía virgen, pero con tantos misterios y bellezas idílicas inspiraba e irradiaba el amor, el romance y todo lo que refiere al paradisiaco y extraordinario.    


A pesar de todos los problemas que tuvieron que enfrentar, la rara pareja consolidó el amor, no sólo en sus sentimientos, sino también en la vida en común. Se escaparon, cruzaron los mares, se casaron y formaron una maravillosa familia.

 Pedro Samuel de Moura Torres

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